Entrevistas

«Se debe promover una relación saludable con la alimentación, no persuadir ni chantajear, tampoco obligar ni prohibir ni usar la comida como premio o castigo»

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Gina Lladó Jordan es doctora en Biomedicina con calificación Cum Laude por la UEM, Máster en Nutrición y Salud, Máster en Microbiología, Máster MBA en Gestión y Dirección de Centros Médicos y Hospitales y Máster en Formación del Profesorado en la especialidad de Biología. Ejerce su labor profesional en el Instituto de Investigación Sanitaria IDIVAL (Santander). También es profesora en Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Universidad Isabel I (Ui1) y Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC). Por su parte, Andrea Arroyo Fernández es dietista y nutricionista, Máster Oficial en Nutrición y Metabolismo con suficiencia investigadora. Psicóloga y Máster Oficial en Psicología General Sanitaria. Doctoranda en biomedicina y ciencias de la salud, en la UEM, donde lleva a cabo su proyecto de investigación en el ámbito de la intervención psicológica en obesidad. Ejerce la docencia como profesora colaboradora de los estudios de ciencias de la salud en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y en distintas entidades privadas. Ambas son las autoras del libro «Psicología de la alimentación», de la editorial RCA Grupo Editor.

Generalmente, se habla de que la publicidad, la cultura y las costumbres son factores que influyen en la alimentación, pero poco se habla de que también lo hacen nuestras emociones, ¿podrían explicarnos cómo es esta influencia?

La alimentación es una conducta y, como cualquier otro comportamiento humano, se ve influenciada por múltiples constructos como pensamientos, creencias y emociones y sentimientos. Desde que nacemos existe una asociación de nuestro único alimento (la leche materna o artificial) con formas de expresión emocional.

Todos los seres humanos comemos de forma emocional y no es algo negativo hacerlo, aunque sí que es una realidad que puede convertirse en un problema psicológico.

La psicología relacionada con la alimentación es un campo que todavía no está muy explorado ni es muy conocido, ¿qué oportunidades podría brindar esta especialidad?

En los últimos años son muchos los profesionales relacionados con el ámbito de la alimentación y la nutrición que se basan en una filosofía de trabajo con un enfoque integral y sistémico, donde tratan de cuidar y ayudar a la persona/paciente desde una perspectiva global. Es por ello que la psicología relacionada con la alimentación está en auge y brinda la oportunidad de entender a la persona con una óptica mucho más completa, empática y comprensiva.

¿Sobre eso trata el libro que acaban de publicar con la editorial Formación Alcalá?

En efecto, sobre esto y mucho más que no vamos a desvelar en detalle para que podáis descubrirlo por vosotros mismos.

 ¿Cuál es el objetivo de este libro y por qué creen que es tan necesaria fomentar la divulgación de la psicología de la alimentación?

Es un libro académico que acerca conocimiento a estudiantes y también a profesionales y público en general que tenga interés creciente por la psicología aplicada a la alimentación y por todos los procesos relacionados que pueden estar implicados a la hora del acto de comer y de nuestra conducta alimentaria.

En el libro también hablan sobre la importancia del aprendizaje en el proceso de modificación de cambios de hábitos alimentarios, ¿en qué se basa este aprendizaje? ¿Creen que se está realizando adecuadamente?

Como definimos en el libro, el aprendizaje permite que adquiramos conocimiento mediante nuestra experiencia, el estudio y la práctica, pero también permite moldear la conducta. En relación al cambio de hábitos la clave está en conocer y modificar las respuestas a ciertos estímulos. Si a ello le sumamos también la repetición, conseguiremos que lo que antes realizábamos con esfuerzo pasemos a hacerlo de forma “automatizada” consiguiendo el cambio de hábitos.

En relación a si el aprendizaje se está realizando adecuadamente la respuesta es compleja. Puede realizarse correctamente un aprendizaje, pero que esto no sea saludable. En ese sentido, podemos haber “aprendido” a tener ciertos hábitos que no son adecuados por lo que el resultado final sería negativo, pero el aprendizaje se habría realizado de forma correcta. En este caso habría que realizar lo que explicamos en el libro como “contracondicionamiento” para conseguir una respuesta opuesta a un estímulo determinado y así modelar de nuevo esa conducta para generar nuevo hábito que en este caso sea saludable.

En este sentido, la comunicación también tiene un papel esencial en la prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, ¿no es así?

La comunicación es una pieza fundamental, no solo a nivel de TCA sino en otros puntos que puedan no ser patológicos. Es importante asegurarse que el paciente o la persona que tenemos delante nos entiende, que nuestro mensaje llega en su totalidad, que se siente en un entorno seguro, que el vocabulario que usamos significa lo mismo para nosotros que para esa persona, que nuestro lenguaje no le genera emociones opuestas a las que buscamos y que, a su vez, también damos a esa persona un espacio para que pueda comunicarse con nosotros.

Algunos aspectos más generales de la comunicación efectiva incluyen: empatía, escucha activa, comprensión, respeto frente la diferencia de opiniones, reconocimiento frente al conflicto y oportunidad de cambio. Y en el contexto de personas afectadas por un trastorno alimentario, será de vital importancia que a la hora de comunicarnos con ellos y con las familias, lo hagamos desde este tipo de lugares, no solamente cuidando el mensaje sino también el vínculo.

Una de las principales fuentes de información y de consulta para los jóvenes, para bien o para mal, son las redes sociales. ¿Qué impacto tienen en el desarrollo de estos trastornos?

El impacto es brutal. Para empezar se trata de un espacio en el que, en muchas ocasiones, se muestra una realidad alterada. Fotos retocadas, vidas perfectas que no existen, cuerpos fantásticos que no son reales o que son reales, pero con fotos muy elegidas y poses muy entrenadas. Todo ello sumado a la propia vulnerabilidad de los adolescentes al padecimiento de estos trastornos (por sus propias circunstancias biológicas y psicológicas) y a la presión social por ser aceptados y entrar en el canon de belleza aceptado se traduce en un impacto mucho mayor de lo que pensamos a simple vista.

Además, dentro de las redes sociales, también existen perfiles que hacen apología a los TCA como estilo de vida. Estos perfiles son los llamados pro-Ana y Pro-mia. En ellos los usuarios no solo encuentran una comunidad que les “arropa” sino que llegan a tutelarse y a animarse a conseguir determinados objetivos (como perder más peso) y se dan consejos para conseguirlos, por ejemplo consejos para vomitar sin que los familiares se den cuenta.

Entonces, ¿dónde está «el error»? ¿En la falta de información? ¿Formación? ¿Comunicación?

El error, si es que puede llamarse así, podría estar en no dotar a los jóvenes de los recursos necesarios para poder hacer frente a estas presiones. En relación a tu pregunta, esto podría estar en cierto modo vinculado a la información y formación que reciben sobre gestión emocional y, a su vez, en cierto modo quizá también a la comunicación, puesto que no todos los adolescentes gozan de un espacio en el que consideren que son comprendidos y que pueden comunicarse libremente sin ser juzgados.

Dejando esto a un lado, también destacar que hay otros factores que también influyen siendo algunos medianamente modificables (como los patrones familiares) pero otros no modificables como la genética u otros factores biológicos.

Además del aprendizaje y la comunicación, desde el punto de vista psicosocial, ¿qué otros factores podrían influir en la prevención de este tipo de trastornos?

Por un lado, la relación con el cuerpo, la relación y el concepto que construimos sobre nosotros mismos, y por otro lado, la relación que forjamos con la comida, sobre todo y en especial, en el contexto familiar y el papel de la familia que esta juega en todo ello. Desde la infancia, se debe promover una relación saludable con la alimentación, no persuadir ni chantajear, tampoco obligar ni prohibir ni usar la comida como premio o castigo. También desde la familia y desde bien pequeños, se debe fomentar una aceptación corporal procurando huir de cualquier tipo de atribuciones, juicios o comentarios relacionados con aspectos de nuestro cuerpo desde el punto de vista estético y no funcional.

Para finalizar, desde vuestro punto de vista, ¿qué recomendaciones o consejos darían para mantener una alimentación saludable y prevenir estos trastornos?

  • Comer y alimentarse desde la libertad, desde la flexibilidad, desde el respeto y desde el propio cuidado, como un acto de amor hacia nosotros y hacia nuestra salud.
  • Priorizar alimentos poco procesados o nada procesados y limitar el consumo de alimentos de escaso interés nutricional como aquellos ricos en azúcares añadidos y/o grasas no saludables.
  • Más mercado y menos supermercado, fomentando especialmente el consumo y la compra de alimentos frescos y de temporada.
  • Más vegetales y menos alimentos de origen animal, especialmente velar por un consumo diario de frutas y verduras, concretamente cinco raciones entre fruta y verdura.
  • Incluir en la base de la alimentación, alimentos con aporte de nutrientes esenciales como legumbres, cereales integrales, lácteos y grasas saludables: aceite de oliva, aguacate, olivas y frutos secos.

Si estás interesado, puedes adquirir el libro «Psicología de la alimentación» a través de este enlace.

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