Psicología

El trauma emocional

 

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Un trauma emocional es una herida capaz de romper nuestra vida tal y como era hasta aquel momento. Esta herida emocional nos provoca sufrimiento y dolor que nos puede llevar a cambiar nuestra manera de ser. Esto no siempre es negativo a largo plazo, porque podemos renacer de esa herida, de esa ruptura.

Situaciones traumáticas hay miles, dependerá de cada persona y del impacto que genera en su psique ese suceso inesperado que rompe la trayectoria esperada de la propia vida. El trauma provoca reacciones emocionales extremas y que no se habían experimentado previamente, señal de que la mente se está adaptando a esta herida repentina que ha sufrido nuestro mundo emocional.

Pero el trauma emocional no solo afecta a nuestra mente, a la manera en que pensamos, sino que también afecta a nuestras emociones e incluso a nuestro cuerpo. Porque el cuerpo humano también tiene memoria y un trauma muy impactante, se puede quedar grabado en nuestro cuerpo.

El trauma deja una herida, porque esa situación o experiencia, provoca una respuesta de estrés muy elevada ante la que sentimos que no tenemos recursos para afrontarla o simplemente experimentamos indefensión, es decir, que hagamos lo que hagamos, sentimos que no podremos liberarnos de la herida y del dolor.

Por lo general, podemos hablar de dos tipos de trauma…

El Trauma “T”: Este suceso, esta herida que lleva la T mayúscula, suele ser un suceso que nos impacta con gran fuerza y que supone cambios internos muy importantes. Suelen ser sucesos que nos provocan un gran shock emocional y que pueden producir un trastorno de estrés postraumático. Algunas situaciones inesperadas que suponen un gran impacto emocional, son: atentados, violaciones, catástrofes naturales, maltrato físico, vivir una guerra, etc.

El trauma “t”: Este tipo de trauma se produce en situaciones cotidianas y que en ocasiones están ocultas o son  menos visibles, aunque el efecto para el mundo emocional de quien lo sufre, es igual que en el trauma con “T”. Las situaciones que nos provocan este tipo de traumas, son: maltrato físico y/o psicológico cotidiano, bullying, mobbing, humillaciones públicas o privadas. Estas situaciones, vividas día tras día, van dejando una profunda herida emocional.

Estas situaciones adversas cotidianas generan muchos problemas, entre ellos:

  • Dificultades para regular las emociones.
  • Conductas impulsivas e incluso auto-lesivas.
  • Lagunas de memoria que surgen como protección ante las situaciones vividas.
  • Somatizaciones: dolores, colon irritable, problemas cardiovasculares, cuyo origen es emocional.
  • Alteración del auto-concepto y autoestima.

La disociación

Un síntoma del trauma emocional, es la disociación, que nos ayuda a desconectarnos de una situación muy traumática. Por eso puede ocurrir que nuestro cuerpo almacene lo que ha ocurrido aunque nuestra memoria parece no haber grabado nada de lo sucedido. Esta distancia del suceso traumático, nos ayuda a reducir el impacto emocional de la experiencia, es una medida de emergencia para sobrevivir.

La disociación también se expresa en el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, llegando a experimentar tranquilidad al narrar el trauma, aunque nuestro sistema nervioso simpático esté hiperactivo. De este modo la persona ha desconectado cuerpo y mente, sintiendo tranquilidad aunque en realidad está muy activo físicamente y esa actividad son las huellas del trauma que quedan grabadas en la manera en que funciona nuestro cuerpo. 

Algunos síntomas propios de la disociación son: lagunas de memoria, embotamiento emocional que nos impide sentir nada al rememorar ese suceso, la presencia de pesadillas nocturnas que reviven el trauma, despersonalización, desrealización y síntomas psicosomáticos.

Kintsukoroi: Reparando las heridas

Solemos pensar que el trauma es algo negativo que interrumpe nuestra vida y determina cómo será en el futuro. Y el trauma emocional interrumpe nuestra vida, pero podemos renacer a través de esas heridas.

En Japón, existe un arte milenario… Kintsukuroi o Kintsugi. Consiste en reparar cerámica rota (tazas, cuencos o jarrones), rellenando las grietas con oro, resaltando las fisuras, destacando los lugares por los que se rompió.

El profundo concepto que se esconde en este arte japonés, es el de que detrás de cada herida, de cada cicatriz, se esconde nuestra belleza, lo que hemos ido aprendiendo en la vida, siendo mucho más bellos por esas señales de dolor y sufrimiento, por ese caos que nos ha conducido a la serenidad y la calma.

En mi libro, “Crecer en la adversidad. Transformado nuestra vida”, escribí… “Cuando nos caemos y sufrimos, cuando la enfermedad llega a nuestra vida, cuando la crisis aparece en nuestra puerta y lo revuelve todo, como un huracán, es en esos momentos en los que debemos aceptar la ruptura y recoger los trozos para repararnos, como haríamos con ese cuenco o taza, rellenando los huecos con sabiduría, más brillante que el oro. Es en esos momentos donde debemos alejarnos del ruido y replegarnos en nosotros mismos para averiguar qué es lo que no funciona en nosotros, lo que nos ha llevado a esa ruptura radical, las creencias y valores que ya no encajan en nuestro interior, la vida que no podemos seguir viviendo porque ya no somos los mismos, porque hemos cambiado”.

Creo que es una buena manera de acabar este artículo. Y si te interesa mi libro “Crecer en la adversidad. Transformado nuestra vida”, puedes acceder a su ficha y adquirirlo desde aquí.

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