Psicología

En defensa de la serenidad

 

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La serenidad es un estado del ser en el que sentimos una profunda calma que nace desde dentro. Consiste en experimentar una profunda paz interna por la ausencia de estrés y ansiedad. Es la máxima expresión del equilibrio emocional.

La serenidad es el estado natural de la mente cuando le damos espacio y comenzamos a mirar con otros ojos nuestra realidad y a nosotros mismos. Esta mirada está llena de amabilidad y amor. Y la dirigimos dentro y fuera de nosotros.

La serenidad se transmite más allá de nuestra piel. ¿Alguna vez alguien te ha dicho que tu sola presencia les calma? Si ha sido así, es porque tu serenidad y paz interior, ha sido transmitida más allá de tu piel, a través de tu corazón y su campo electromagnético.

Esta es la mayor señal de que puedes cambiar tu entorno desde dentro, puedes introducir calma y serenidad allá donde vayas, siempre y cuando la sientas dentro de ti.

Nos han dicho que la serenidad y la calma son malas. Que es una pérdida de tiempo dedicarnos momentos a nosotros mismos para hacer cosas que parecen poco productivas… como meditar, caminar sin prisas y sin desear ir a ningún lugar o dedicarte a ese hobbie que te conecta contigo mismo.

Esas voces que te dicen que está mal reducir el ritmo de tu vida, no saben lo importante que es que vivas en calma y serenidad. Porque cuando vives de esta manera, toda tu vida cambia, se transforma. Y es en ese momento en el que te diriges hacia un nuevo “yo”, uno que construyes desde dentro.

Los obstáculos de la serenidad

Pensamientos negativos: La verdadera naturaleza de nuestra mente, es crear pensamientos. Por eso es tan complicado dejar la “mente en blanco”, porque para nuestra mente, siempre hay cosas que le preocupan y nos hace partícipes de ello.

Los pensamientos negativos son aquellos que nos hacen ver el mundo a través de las gafas de la negatividad. Y estas gafas han sido graduadas a lo largo de nuestra vida. El estrés, la ansiedad y el miedo, nos hacen sentir temerosos de todo cuanto ocurre y eso hace que vivamos nuestra vida de manera parcial, viendo solo las posibilidades negativas.

Los pensamientos negativos tienen el poder de absorbernos por completo. Se apropian de nuestra atención y comenzamos a actuar de manera automática, dirigidos por esos pensamientos y emociones. Algo habitual es que nos quedemos atrapados en los pensamientos negativos. Y cuando nos aferramos a un pensamiento, queda alterada la serenidad propia de nuestra mente.

Preocupaciones y bucles: Las preocupaciones son pensamientos negativos capaces de crear bucles de pensamientos de los que es muy difícil salir, porque nuestra mente siempre crea un nuevo pensamiento que nos deja enredados.

Esos bucles nos llevan a los peores escenarios posibles y nos impiden buscar soluciones para esas situaciones. Por lo que nos sentimos desarmados e incapaces de hacer nada.

Si bien las preocupaciones son una medida de nuestra mente para que estemos alerta y podamos responder rápido en caso de situaciones difíciles, a veces son tan grandes que desaparecemos en ellas.

Y cuando estamos preocupados, la calma y serenidad se esfuman porque no pueden convivir con esas preocupaciones.

Emociones intensas: Al igual que ocurre con los pensamientos, las emociones intensas nos alejan de la serenidad. Cuando tenemos una emoción intensa (agradable o desagradable), estamos tan alterados en cuerpo y mente, que la serenidad también se esconde.

Sin embargo, podemos buscar la calma en nuestro interior incluso con emociones explosivas. Y nuestro gran aliado es la respiración consciente. Cuando sientas una emoción muy intensa que te lleva a perder el contacto contigo mismo, tan solo respira de manera consciente, observando cómo inhalas y cómo exhalas. Notarás que tu cuerpo se afloja y la emoción pierde intensidad.

Y cuando logras crear calma en ti a pesar de las intensas emociones, es más fácil que puedas sentir serenidad.

Hallando la serenidad

Si bien la serenidad vive en nuestro interior, hay ciertas cosas que podemos hacer para potenciarla y sentirla más viva, entre ellas…

Acude a la naturaleza: La serenidad vive en mí pero muchas veces un entorno natural me ayuda a conectar más profundamente con ella. La naturaleza tiene la habilidad de relajarnos, reduce nuestra ansiedad, estrés y depresión, refuerza nuestro sistema inmune y genera una gran serenidad.

Contempla un entorno natural, siéntate y observa lo que te rodea, siente la temperatura, cierra los ojos y respira el aire fresco, escucha el murmullo de la naturaleza en el viento que se cuela por las ramas de los árboles, siente el canto de los pájaros y asiéntate en tu cuerpo para interiorizar esa serenidad que vive fuera de ti.

Quédate en silencio: El silencio es mágico, nos conecta más profundamente con nosotros mismos y despierta la serenidad que hay en nuestro interior. Solemos temer el silencio porque nuestra mente tiende a llenarlo con pensamientos y preocupaciones.

Pero quedarte en silencio también es eso… escuchar el contenido de nuestra mente para conocernos mejor. Si quieres quedarte en silencio contigo mismo, te recomiendo que medites, es la mejor manera de conocerte.

Observa emociones y pensamientos: Hazlo del mismo modo en que observas las nubes en el cielo azul… que fluyen, se mueven, desaparecen y se transforman a su propio ritmo. No tienes que quedarte pegado a ningún pensamiento y emoción.

Relaciónate con los pensamientos y emociones como haces con la información que llega de tus sentidos… cáptala, compréndela, interiorízala y no te quedes atrapado en ellos. Para los budistas, la mente es nuestro sexto sentido, por eso debemos relacionarnos con sus contenidos como hacemos con los sonidos o los objetos que vemos.

Mantente en tu presencia: La serenidad solo aparece junto a nosotros cuando confiamos, cuando nos quedamos en nosotros. La presencia sostenida que nos permite practicar la meditación, es muy útil para acceder a la serenidad natural que todos poseemos.  Quédate contigo, obsérvate, siéntete y acepta todo lo que hay en ti.

La serenidad vive en ti… búscala, siéntela.

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