Entrevistas

«A pesar de la robótica, la clave de un buen tratamiento sigue estando en el factor humano»

 

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Luis Rafael Ramos Pascua es el presidente de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología y Jefe de Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario 12 de Octubre.

¿Qué capacidades personales crees que debe tener un buen cirujano ortopédico y traumatólogo?

En primer lugar, las mismas que debe tener una persona y, en particular, un médico, que se resumen en dos palabras: empatía y humanidad. La capacidad para ponerse en la piel del otro y comprenderle, aunque manteniendo la “distancia social”. Esto es, sin olvidar que uno es el paciente y otro, el médico, el profesional que intenta solucionar un problema de salud. A partir de aquí, un buen traumatólogo debe ser muy estudioso, prudente en sus decisiones y, por supuesto, manualmente hábil. Ese cóctel distingue al excelente del que no lo es tanto y rompe con el estereotipo del “traumatólogo-carpintero”.

Generalmente, ¿cuáles son las patologías más frecuentes?

Depende de si nos referimos a patologías traumatológicas u ortopédicas. Entre las primeras, sin duda, las fracturas. Entre estas las más frecuentes son las relacionadas con la osteoporosis, entre las que destacan las fracturas vertebrales, de muñeca, de cadera y del hombro, cada vez más frecuentes debido al envejecimiento y longevidad de la población. Entre las fracturas no osteoporóticas quizás las de clavícula y todas las relacionadas con los accidentes de tráfico.

Las patologías ortopédicas más frecuentes son las que se pueden denominar como “degenerativas” o que tienen relación con el envejecimiento, en sentido amplio, con la artrosis y las tendinopatías degenerativas a la cabeza. Entre la artrosis, las más frecuentes e invalidantes son las de cadera y las de rodilla. Y una patología que cada vez nos ocupa más tiempo, además de exigente: las complicaciones derivadas de prótesis que se han implantado previamente.

¿Cómo ha avanzado el tratamiento de este tipo de patologías?

En general, mucho y en todos los campos, como en cualquier otra disciplina médica. Han mejorado las técnicas diagnósticas de imagen, que han facilitado los diagnósticos y la planificación terapéutica; los materiales y los diseños de los implantes; y hasta las técnicas quirúrgicas, de la mano de los avances de la biología y la tecnología. También se ha avanzado en el tratamiento a las partes blandas, hasta ahora quizás más descuidadas, y en aspectos menos tangibles y reconocidos que tienen mucha importancia en la consecución de un buen resultado quirúrgico: existe una mayor conciencia del trabajo en equipo y de las decisiones “colegiadas”, y un manejo perioperatorio igualmente más integral.

En este sentido, ¿qué tipo de cirugía es la más innovadora y la que más se suele utilizar?

La más innovadora, aunque pueda parecer sorprendente, es la que está bien indicada y ejecutada, que no atiende a más interés que al beneficio del paciente. La que se realiza en estrictas condiciones de asepsia y antisepsia, rápido y de acuerdo a una planificación previa, y que no concluye hasta después del último punto a la piel. A pesar de la robótica, de la impresión 3D, de las “nuevas realidades”, de los sustitutivos óseos y, en este campo, de la ingeniería tisular (en muchas ocasiones todo esto sobredimensionado, sobre todo a nivel mediático), la clave de un buen tratamiento en la actualidad sigue estando en el factor humano.

La pandemia del nuevo coronavirus ha afectado a, prácticamente, todos los ámbitos de la sanidad. ¿Cómo ha influido a vuestra especialidad?

Sin duda nos ha afectado mucho porque en los meses más críticos obligó a suspender la mayor parte de las consultas y las intervenciones quirúrgicas programadas, además de a individualizar más las indicaciones terapéuticas para no exponer a los pacientes a riesgos innecesarios y optimizar los recursos disponibles. De la noche a la mañana, muchos traumatólogos se vieron reconvertidos en improvisados internistas, cuando no “desocupados”, y tuvimos que reorganizar la actividad de los servicios para adaptarnos a la nueva situación.

Como consecuencia de todo ello y partiendo del recuerdo a los compañeros que enfermaron, algunos de los cuales fallecieron, aunque no todas las áreas sanitarias ni hospitales se han visto tensionados de la misma manera, han aumentado las listas de espera quirúrgica y para una primera consulta. No obstante, teniendo en cuenta las características de nuestra Especialidad, frente a otras como pueden ser la Oncología o la Cardiología, el perjuicio para nuestros pacientes no ha sido tanto en la cantidad como en la calidad de vida perdidas. Salvo casos puntuales de demoras en el diagnóstico de un cáncer músculo-esquelético, que seguramente también hayan ocurrido, la mayor parte de las patologías realmente urgentes se han atendido.

Y no quiero dejar pasar la ocasión para referirme a otra consecuencia muy importante de la pandemia: el “parón” y la posterior y lenta “reinvención” de la formación, que es el pilar fundamental de la actividad asistencial presente y futura. De repente hubo que suspender las actividades docentes a los estudiantes, las formativas de los residentes y las de formación continuada del resto de los profesionales.

¿Cómo se ha adaptado la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología a esta nueva situación?

En principio,  cumpliendo las instrucciones generales de salud pública en una situación de emergencia como fue esta. Con respecto a nuestras responsabilidades concretas, teniendo en cuenta que somos una asociación médico-científica que se debe a sus asociados y a la sociedad en la promoción de la salud músculo-esquelética, lideramos la confusa y ausente información específica inicial con comunicados que merecieron el reconocimiento internacional. De la mano del Dr. Jesús Gómez Vallejo, vocal de Asuntos Sociales y Cooperación de la SECOT, elaboramos hasta 8 documentos de producción propia con propuestas que en aquel momento fueron pioneras en relación, por ejemplo, con la atención telefónica en las consultas externas o la actividad quirúrgica. También organizamos un webinar multidisciplinar que siguieron 450 asistentes de 12 países, que la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología repitió, y dimos respuesta a decenas de preguntas de pacientes en un espacio que habilitamos en nuestra página web con ese fin.

Simultáneamente tuvimos que acelerar el proceso de virtualización de la formación que habíamos iniciado en los años previos, casi diría que de manera premonitoria, y fuimos una de las primeras sociedades científicas que anunció y celebró su congreso nacional on line a finales de septiembre, con un gran éxito de asistencia y crítica. Un mérito de toda la Sociedad que tuvo a la Junta Directiva anterior como protagonista principal, por su gran esfuerzo y buen hacer.

La Sociedad cuenta con varias líneas científicas, ¿podría hablarnos un poco sobre ellas?

Por supuesto. Los frentes y proyectos científicos de nuestra Sociedad son muchos y diversos. Aparte de que mantengamos un programa formativo modélico para los residentes y actividades para todos nuestros asociados, además de proyectos relativos a nuestra presencia en redes sociales y a la práctica profesional concreta (actualización del Nomenclator, de los documentos de consentimiento informado, etc.), fomentamos la investigación en general a través de nuestra Agencia de Investigación y la Fundación SECOT y, actualmente, tenemos en desarrollo cursos on line de tumores, de infecciones y de Ortopedia Infantil, estamos actualizando la guía de tromboprofilaxis, etc.

Centrándonos en la especialidad, ¿Cuál es su situación en España? ¿Con qué barreras o complicaciones se encuentran?

Actualmente la Cirugía Ortopédica y Traumatología española goza de muy buena salud y tiene mucho prestigio desde el punto de vista técnico y lo prueba nuestra presencia en multitud de foros internacionales. Sin embargo, es muy meritorio que sea así, teniendo en cuenta las dificultades que encontramos para la implantación de nuevas tecnologías por las limitaciones presupuestarias de los servicios y por las dificultades para conseguir financiación para la formación. En relación con esto, nos preocupa mucho un documento redactado como Proposición no de Ley en el que se sugiere la prohibición de la financiación de la formación continuada de los profesionales médicos por las empresas privadas, sabiendo que el estado es incapaz de sostenerla en los términos actuales.  En este sentido estamos completamente alineados con los objetivos de la Federación de Asociaciones Científico-Médicas Españolas (FACME).

Y otro gran tema de debate y preocupación es el proyecto de Real Decreto por el que se regula la formación transversal en las especialidades en Ciencias de la Salud, en el que la opinión de los especialistas parece contar poco.

¿Cómo los solucionaría?

Aunque suene demagógico, dejando su gestión en manos de los profesionales o, cuanto menos, escuchándolos de forma “proactiva”, sin injerencias políticas y, menos, ideológicas. Confiando en las sociedades científicas, con la exigencia de la transparencia y el cumplimiento de sus códigos éticos y de buenas prácticas.

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