Psicología

El síndrome del miembro fantasma: sentir lo que ya no está

 

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Una amputación confronta a la persona con nuevos retos y le cambia la vida.  Es un proceso difícil, que requiere de mucha rehabilitación y ayuda. Lo cierto es que, tras una amputación, lo normal es dejar de sentir la existencia de ese miembro, pero, en algunas ocasiones, no siempre es así.

La amputación de la extremidad con frecuencia da lugar a alteraciones como experiencias sensoriales dolorosas o no dolorosas, entre ellas se encuentra el síndrome del miembro fantasma, que puede dificultar el proceso de rehabilitación, ya que agrava el estado psicológico del paciente.

El síndrome de miembro fantasma se divide en miembro fantasma, dolor de miembro fantasma y muñón doloroso, y es importante hacer distinción de los mismos, no solo para evaluar la magnitud real del problema, sino también porque el tratamiento es diferente.

En el miembro fantasma no existe ninguna sensación dolorosa en el miembro amputado mientras que en el muñón doloroso, el dolor se localiza exclusivamente en el mismo y, normalmente, se debe a problemas estructurales en el muñón, como isquemia del tejido e infección, espolones óseos, lesiones de un nervio proximal o distal, infección de la cicatriz o traumatismos locales. Este dolor es agravado por el estrés, los golpes, los cambios de temperatura o el cambio de vendajes entre otros.

En el miembro fantasma, se han descrito diversas sensaciones, pero la más común es el hormigueo, seguido de cambios de temperatura, picor, cambios de postura, cambios en longitud y volumen, sensación de toque, presión, o humedad. Estas sensaciones varían en intensidad y pueden cambiar con el tiempo.

El dolor del miembro fantasma se define como las sensaciones dolorosas percibidas en la parte que falta de la extremidad amputada y se clasifica como dolor de origen neuropático. Este tipo de dolor puede ser una causa de gran limitación psicológica e invalidez en muchos pacientes con miembros amputados por la limitación de la deambulación y la movilidad.

En cuanto a prevalencia, se han determinado porcentajes muy poco precisos de este tipo de patología. Se estima que posiblemente hasta un 85% de las personas que se someten a amputaciones experimenta algún tipo de dolor de miembro fantasma  y que hasta un 60-70% refieren dolor un año después de la amputación.

De hecho, un estudio muestra que la prevalencia del dolor fantasma en los primeros 6 meses del postoperatorio es del 50-75%. Otro estudio realizado con pacientes vasculares determinó que el síndrome del miembro fantasma se produjo en el 82,3% de los pacientes. Hasta en un 5-10% de los pacientes el dolor persiste a lo largo del tiempo y puede llegar a ser intolerable.

Los factores de riesgo más importantes para el dolor de miembro fantasma son de origen vascular, la amputación de miembros inferiores, la amputación bilateral, las amputaciones metatarsianas y las supracondíleas.

Este tipo de dolor se clasifica en cuatro grupos:

  • Grupo 1: leves parestesias, intermitentes que no interfieren con la actividad normal, el trabajo o el sueño.
  • Grupo 2: parestesias incómodas o molestas pero que no interfieren con las actividades o el sueño.
  • Grupo 3: dolor de suficiente intensidad, frecuencia o duración. Sin embargo algunos pacientes tienen dolor que es soportable, pero interfiere de forma intermitente con su estilo de vida y puede responder al tratamiento conservador.
  • Grupo 4: dolor severo casi constante que interfiere con la actividad y el sueño normal.

Las sensaciones de miembro fantasma pueden aparecer inmediatamente después de la amputación o de forma tardía, pero el dolor de miembro fantasma suele aparecer en la primera semana postamputación, y habitualmente va reduciéndose, pero en ocasiones este puede persistir durante años. En un estudio realizado en 2010, la mayoría de los pacientes clasificaron su dolor como leve o “soportable”, mientras que un 15% lo calificó como grave o “insoportable”.

Los factores psicológicos como la ansiedad y  la depresión, o los cambios climáticos pueden empeorar este dolor, pero no se ha demostrado su implicación en la aparición del mismo.

El tratamiento del dolor asociado a miembro fantasma es complejo, y requiere un enfoque multidisciplinario que implique un alivio del dolor y una mejoría funcional. Existen tratamientos de tipo farmacológico, que incluye opiáceos, antagonistas del receptor de n-metil-aspartato del glutamato, anticonvulsivantes como la gabapentina, antidepresivos, sobre todo los de tipo tricíclicos, calcitonina y anestésicos como la infusión perineural postoperatoria de ropivacaína; y el de tipo no farmacológico, que incluye las terapias de estimulación nerviosa eléctrica transcutánea, electroconvulsiva y del espejo, la estimulación magnética transcraneal repetitiva, la acupuntura, o la terapia psicológica que ayuda a la adaptación al dolor crónico y a un cambio en la imagen corporal.

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