Psicología

La naturaleza sanadora

 

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La evolución humana se ha producido en la naturaleza. De hecho, hemos evolucionado junto a ella y nos ha facilitado muchos de los pasos que hemos dado.

Por eso nuestro cuerpo y mente, adoran la naturaleza. Por eso el mundo natural, nos sana.

Siempre que me siento agotada o con la mente demasiado llena, acudir a un lugar natural, donde pueda ver el verde de los árboles, escuchar el canto de los pájaros y ver el cielo azul en toda su extensión, siento que es el antídoto contra el estrés y contra gran parte de los males del siglo XXI.

El secreto de los bosques

Los bosques son lugares mágicos donde podemos conectar más profundamente con energías sutiles que no podemos ver, pero sí sentir.

Los bosques son comunidades donde cada árbol se comunica con el resto. Los estudios en estos lugares, han demostrado que se produce una comunicación a través de las raíces pero también a través del aire.

De modo que cuando un árbol siente que hay un peligro cercano, avisa a los árboles vecinos a través de sustancias químicas que segregan. Es un gran ejemplo de la importancia de la comunidad para sobrevivir.

Muchos estudios han demostrado que acudir a bosques nos ayuda a…  (Park, B-J., et al., 2020).

Reducir nuestro estrés (la verdadera pandemia del siglo XXI).

Modifica el funcionamiento del sistema cardiovascular: Disminuye nuestra frecuencia cardiaca y eleva la variabilidad de la frecuencia cardiaca (el tiempo que transcurre de un latido al siguiente), se reducen también las pulsaciones, lo que indica que el corazón funciona de manera más sana y equilibrada.

Modifica la segregación de hormonas: También se reducen hormonas como la adrenalina y el cortisol, presentes en el estrés.

Mejora nuestro sistema inmune: Aumenta el recuento de glóbulos blancos (lo que indica un sistema inmune más fuerte para luchar contra virus y bacterias) y también se reducen las citoquinas que circulan por nuestra sangre, lo que indica que se reduce la inflamación del cuerpo.

Ondas cerebrales: Nuestro cerebro también funciona de manera diferente cuando estamos en un bosque. Con un paseo de solo 15 minutos, el cerebro comienza a funcionar con ondas cerebrales alfa (detectadas en el lóbulo occipital) y estas ondas se asocian a estados de relajación profunda, un estado de alerta relajado, calma, aprendizaje e indican que nuestro cerebro funciona de manera coordinada y equilibrada. Estos paseos por el bosque, nos ayudan a sentirnos más relajados, cómodos, naturales y menos ansiosos (Hassan, A., et al., 2018).

Cuestión de neurotransmisores

Como has podido comprobar, los beneficios de caminar por un bosque, son muchos. Pero aún hay más…

Nuestro cerebro funciona de dos maneras: eléctricamente (a través de las ondas cerebrales y descargas eléctricas) y químicamente (a través de la segregación de neurotransmisores).

La comunicación química de nuestro cerebro, se produce por medio de las sinapsis, una descarga de información que viaja de una neurona a la siguiente. Se han detectado más de 60 neurotransmisores.

Cuando estamos en la naturaleza, nuestro cerebro segrega ciertas sustancias químicas, responsables de la sensación de relajación… la serotonina.

La serotonina regula el estado de ánimo, promueve el comportamiento social, regula el apetito, la digestión, el sueño, el deseo sexual. Aunque se ha asociado el déficit de este neurotransmisor a la depresión, la realidad es que no queda clara la relación de causalidad entre menores niveles de serotonina y depresión.

Antes se creía que solo el cerebro liberaba neurotransmisores, pero ahora se sabe que el 95% de esta sustancia química, es liberada por el intestino. Por eso creo que la mente no se encuentra solo en nuestro cerebro, sino que está en todo nuestro cuerpo.

Cuando estamos al aire libre, nuestro cuerpo es expuesto a la luz del sol, y se sabe que el sol nos ayuda a segregar serotonina. La luz del sol, permite que tengamos vitamina D en el cuerpo y esta vitamina es clave en la segregación de melatonina, una hormona que regula nuestro ciclo circadiano y que es clave para iniciar la conducta de sueño (Shina, W.S., Lee, J., 2020).

Por eso tras un día en la naturaleza, nos podemos sentir profundamente relajados y también descansamos mejor por la noche.

Practicando Shinrin-yoku

Los japoneses siempre han sabido que acudir a la naturaleza es una práctica sanadora que nos llena de equilibrio.

Por eso tienen una práctica milenaria que se llama “Shinrin-yoku” o “Baño forestal”.

Esta práctica consiste en hacer una inmersión en el bosque y esto supone no solo pasear por el bosque, sino sentirlo profundamente, interiorizando la calma y cooperación que vemos fuera de nosotros.

Si quieres practicar este baño forestal (práctica que médicos de Escocia y Galicia recomiendan a sus pacientes para reducir sus niveles de estrés, ansiedad y depresión), puedes seguir algunos consejos:

  • Camina lentamente por el bosque o parque.
  • Observa cómo se mueven tus piernas y brazos.
  • Siente la temperatura de este lugar, el calor del sol en tu piel.
  • Ralentiza tu mente al tiempo que caminas sosegado.
  • Piérdete en los sonidos naturales del bosque.
  • Escucha las notas del canto de los pájaros.
  • Observa las hojas de los árboles, tanto en sus ramas como en el suelo.
  • Huele el aroma a fresco del bosque.
  • Observa el color del tronco, la tierra y las hojas y frutos.
  • Deja que los pensamientos salgan de tu mente.
  • Siente el bosque en tu cuerpo y en tu mente.

Acudir a la naturaleza nos sana, porque es nuestra primera gran madre

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Hassan, A., et al. (2018). Effects of Walking in Bamboo Forest and City Environments on Brainwave activity in young adults. Hindawi. Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine; Volume 2018. doi: 10.1155/2018/9653857

Park, B-J., et al. (2020). Effect of Forest Therapy on Health promotion among Middle-aged women: Focusing on Physiological indicators. International Journal of Environment Research and Public Health; 17 (4348). doi: 10.3390/ijerph17124348.

Shina, W.S., Lee, J. (2020). Forest Therapy. Outdoor therapies: an introduction to practices, possibilities and critical perspectives: 107.

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